miércoles, 8 de noviembre de 2017

El pobre



En nuestra sociedad predomina la jerarquización de individuos, donde día con día nos esforzamos por llegar más arriba en la pirámide y poder tener una mejor calidad de vida, sin embargo, como toda pirámide, hay una base al final de la misma y es, precisamente, donde nadie en nuestra cadena social, le gustaría estar: el pobre.

Esta clase social predomina tanto en nuestras vidas, que muchas veces la pasamos por alto, la ignoramos y no deliberadamente, sino que simplemente ha estado ahí durante tanto tiempo que ya no le prestamos el mismo interés que antes, por más que el gobierno trate de negarlo. 

En este contexto el pobre esta fuera del grupo y al mismo tiempo se manifiestan las dificultades éticas y sociales que debe enfrentar la asistencia. Desde el punto de vista centralista la asistencia social hacia los pobres se convirtió en la base de la unidad del Estado. De este modo, cuando nos referimos a la asistencia hacia los pobres hablamos de una organización de las clases con el fin de satisfacer un deber moral que la sociedad nos ha impuesto. En el pasado este deber le correspondía a la iglesia debido a que el pobre era considerado como un elemento orgánico que formaba parte de la sociedad. Actualmente para el Estado moderno el pobre es tan solo un objeto de la exclusión propia de su papel dentro de la sociedad, ya que es el contexto social el que decide la posición que desempeñará el pobre.


Se nos ha enseñado, como miembros de la clase “pudiente” que debemos ayudar al necesitado, cuestión que crea automáticamente un derecho y una obligación moral, pero al final, después de haber donado o dado al pobre aquello que nos pide, ¿Cuánta de esa ayuda es verdadera desinteresada? El ser humano casi no hace nada sólo porque sí, porque le nació sin más, por naturaleza somos egoístas, pensamos en el yo antes que en cualquier otra cosa, entonces sería muy normal que un empresario se encuentre preguntándose qué de bueno tiene el hacer una donación de algunos cientos de miles de pesos para una institución y cuales podrían ser sus ganancias al respecto; de la misma forma que alguien va a hacer algún donativo con el único fin de sentirse mejor consigo mismo o con la esperanza de que algún ser magnífico y omnipresente le reconozca su acción después de la muerte, entonces, ¿no existe ayuda al prójimo verdaderamente pura?

Con ese análisis en mente sobre la relación entre el derecho y el deber, llegamos a la conclusión de que si bien el pobre tiene derecho a ser ayudado también existe una obligación de socorrer a la sociedad que lo ayuda, la cual obtiene a través de las acciones colectivas que realizan el resto de los ciudadanos.




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